Este 21 de septiembre se decretó feriado en Chiloé y Magallanes por única vez, en conmemoración de los 174 años del arribo de la embarcación denominada Goleta Ancud a Puerto del Hambre en el Estrecho de Magallanes, cuyo viaje, en 1843, anexó todo el territorio de la Patagonia insular y continental de occidente, lo que hoy conocemos como el «Chile Austral» y que se vende bajo la marca de «Patagonia chilena». Sin embargo, cuando los políticos locales se vanaglorian de esta gestión «cultural» y «educativa», reivindicando este feriado y unos cuantos párrafos sobre este tema en el curriculum educativo local de nuestras escuelas, es porque liza y llanamente no conocen o no les importa una mirada más crítica sobre nuestra historia y saludan este día como si hubiéramos obtenido un gran triunfo para fortalecer nuestra memoria, ahí está el primer tema: ¿Cuál memoria?.
En este contexto, y entrando en materia para reflexionar un poco sobre nuestra historia, cabe preguntarse un poco más atrás: ¿Por qué creen que Chiloé no quería anexarse a Chile en enero de 1826?, a propósito de que acabamos de pasar el 18 de septiembre y andaban zapateando en las ramadas «a la chilota”, que más allá del negocio de la venta de comidas y alcohol, no celebramos con gran entusiasmo. ¿Por qué creen que las comunidades de Chiloé prefirieron defender por la fuerza a la corona española, pese a las atrocidades que estos cometieron con nuestros pueblos?. Mi humilde apreciación es que hasta hoy, hay quienes siguen planteando equivocadamente que fuimos «leales» a la corona, porque luchamos más de una vez con las armas, para que no se creara Chile. Pues bien, pienso que lo único que nos motivó a esto fue que, al igual que el pueblo mapuche, preferimos convivir con los acuerdos que ya habíamos conquistado, también a través de la lucha, con los colonizadores españoles, contra sus políticas imperiales en nuestro territorio, donde además ya había una dinámica propia de convivencia, que mostraba que gran parte de la empresa colonizadora había sucumbido a la hegemonía mapuche-williche y chilota en nuestras tierras. Carlos de Beranger y Renaud, el Gobernador español responsable de la fortificación de nuestro archipiélago y el lado norte del canal de Chacao, lo comprobó in situ, en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando en sus reportes al Virreinato del Perú, decía que en Chiloé los españoles no eran más que un puñado y tenían incluso que hablar la «lengua nativa» para poder alimentarse e intercambiar.
En Chiloé, al igual que en América Latina la corona de España cometió atrocidades con nuestros pueblos e impuso la Encomienda como sistema de esclavitud, y a pesar de todo, la organización indígena combatió para resistir y mantener la cultura, entre otras formas, a través de la Recta Provincia o “la mayoría”, que no es una asociación de “brujos” como le denominaron los chilenos, sino un Estado propio indígena, que ejercía el poder y la justicia en clandestinidad. Por todas esas atrocidades, entre las que cuentan quemar a los líderes espirituales y políticos indigenas, o despoblar zonas completas a punta de fuego, da coraje cuando en los actos públicos del Chiloé de hoy, todavía flamea la bandera española, junto a la bandera chilena y la bandera ceremonial williche, como supuesto símbolo de paz y hermandad, pero que muestra más el colonialismo que aún mantienen algunos sectores de Chiloé, y que en gran parte del territorio controlan el poder político e intelectual. Tuve la oportunidad de denunciar esto el año 2013, a un año de mi vuelta a Chiloé después de haber estudiado historia en la universidad, exiliado de la educación de nuestra tierra, porque simplemente no tenemos dónde estudiar si no emigramos, como toda la juventud insular, y claro, nunca más fui invitado a hablar en un acto de esta naturaleza.
Pero para continuar el análisis, y no salirnos del tema, cabe preguntarse entonces: ¿Por qué, si en 1826 no queríamos formar parte de Chile, en 1843, solo 17 años después, cuando aún seguían vivos quienes lucharon y se veía como vivimos al margen y en la periferia de Chile, realizamos una de las más «grandes y heroicas» hazañas como anexar toda la Patagonia para ese Chile? Solo diré una cosa: Chile, y también lo hizo con el pueblo mapuche, fue más implacable y despiadado a la hora de someter la voluntad política de independencia de las comunidades de Chiloé. Sometieron a sus pueblos a punta de colonización por la fuerza y por la letra. Daré un dato bien recurrente: Chile firmó el Tratado de Tantauco en 1826, que contempló las condiciones de rendición de la corona española, donde se decía que se respetaría el derecho a propiedad de la gente de Chiloé sobre su tierra y esto no se cumplió, pues en 1900 todas las tierras no ocuapadas pasaron a manos del fisco, por ende, usurpadas a comunidades mapuche-williche y de todo aquel que se beneficiara de ellas a través de lo que hoy llaman los «beneficios ambientales», pues no se explotaban claramente las tierras interiores de Chiloé, porque no había un afán de lucro capitalista, y ahí siempre residieron nuestros seres espirituales. Lo mismo ocurrió en la Patagonia con la Ley de Propiedad Austral y la creación de las Cajas de Colonización Agrícola con el objetivo de pasar esas tierra de vocación forestal a uso agrícola, en tiempos del auge triguero.
Entonces, si de Chiloé zarpó la Goleta Ancud, y solo por el hecho de haber sorteado los más complejos contubernios ambientales y climáticos de los canales australes, a bordo de una pequeña embarcación, con tripulación mayoritariamente chilota, con la única expertís del conocimiento que en ese entonces teníamos por ser navegantes y profundamente trabajadores de la tierra y el mar, conocedores de las rutas a las loberías, por ejemplo, ¿Por qué quisimos darle a Chile todo ese territorio austral que ya conocíamos?, ¿Qué es lo que hoy conmemoramos más allá de la ejecución de una orden emanada por el presidente y general Manuel Bulnes y ejecutada por el Intendente Domingo Espiñeira?.
No podemos negar que un feriado más en el año es atractivo, y ojalá existieran más, pues deberíamos bajar las horas de trabajo semanal y un día más de descanso a la semana no nos vendría mal, porque produciríamos lo mismo, incluso más y mejor; pero insisto: ¿Qué queremos conmemorar?, ¿Nuestra hazaña patriótica?. Si acabamos de mostrar que solo 17 años antes del zarpe de la Goleta no queríamos ser parte de Chile.
Puedo presentar una pista. Era la década de los 70 y 80, y en Chiloé se empezó a hablar de la “hazaña de la Goleta Ancud”. Había que elevar el espíritu patriótico y se nos contó que llegamos solo unos día antes a Magallanes que la embarcación Phaeton, nave francesa que supuestamente también iba a tomar posesión sobre del Estrecho de Magallanes. Ojo, esto repiten los estudiantes en las escuelas y liceos de Chiloé, pero esa parte del relato es falsa. Solo puedo decir, que revisamos una y mil veces el diario del capitán de la Goleta, John Williams, y nunca dice eso, es más, cuenta que cuando llega esta embarcación, como muchas que se encontraron en el camino, mandaron a Bernardo Philippi a hablar con ellos, pues era quien manejaba un poco más el francés. Esta embarcación, al igual que muchísimas otras, solo ocupaban el Estrecho de Magallanes para pasar al Océano Pacífico. Algo nada de raro para la época ni para hoy. Entonces, había que elevar el espíritu patriótico de la mano de “ponerle un poco de color”, sino no se explica este cuento patriotero.
Finalmente, sigo haciendo la pregunta: ¿Por qué seguir discurseando penosamente de todo lo que Chiloé «le dio» y «le ha dado» a Chile, si en la dinámica propia del país, nunca la Patagonia o Chiloé ha estado dentro de sus preocupaciones, salvo con el objetivo de ir por algún recurso natural? y si hacemos la misma pregunta pero un poco más histórica: ¿Por qué nos empeñarnos en hacer parecer que de 1826 a 1843 cambiamos de ser los más acérrimos opositores a Chile, a ser los más «patriotas»?, ¿Qué es eso de ser los más patriotas chilenos en Chiloé?, no quiero pecar de ser nacionalista ni chovinista chilote, pero en Chiloé es evidente nuestra poca cercanía con Chile. Incluso hay quienes plantean hoy que «no somos chilenos sino chilotes», y parece que eso a todas y todos los chilotes no hace mucho sentido. No somos chilenos sino chilotes. Parece ser claro: hay una contradicción no menor, que se sigue reproduciendo por desconocimiento o por un mal entendido patriotismo detrás del discurso de la Goleta Ancud.
Los chilotes no le dimos a Chile la Patagonia. A Chile le interesaba el Estrecho de Magallanes, pero no la Patagonia, ni su gente, ni los chilotes, ni los indigenas. A Chile le interesaba la posesión geopolítica del Estrecho de Magallanes y ya, con el viaje de la Goleta Ancud eso se consiguió, la oligarquía de Santiago pudo respirar en torno a la competencia que tenía con el puerto del Callao de Perú y controlar así los flujos de mercancías entre ambos océanos. Chile no sabe lo que pasaron en esa embarcación los tripulantes chilotes para conseguir este hecho. No sabe que tuvieron que viajar a vela por los canales, en pleno invierno. No sabe que cuando se les rompió el macho del timón tuvieron que venir remando diez días desde Puerto Americano hasta Dalcahue, y luego volver remando para su reparación. No sabe que luego de llegar a Magallanes construyeron el Fuerte Bulnes donde se quedó población chilota a construir sus vidas y que desde ahí hasta hoy, las y los chilotes hemos construido casi todo lo que existe en Aysén, Magallanes y en la Patagonia argentina. No sabe las pellejerías que pasaron nuestras hermanas y hermanos en esas tierras, nuestros familiares, donde fueron tratados como parias, como brutos, como esclavos. En Argentina, por ejemplo, se sigue diciendo “este es chileno pero no chilote”, por no decir, “este es chileno pero no hueón”, a raíz de esa percepción despectiva de lo que significó ser chilote en el siglo XIX y XX en esas tierras. Ese estigma hoy lo siguen conservando las generaciones de herederos de esos chilotes que se fueron, y afortunadamente es cada vez menos el dolor y más el orgullo de reconocerse chilote en la Patagonia o en Magallanes, cuyos historiadores de esas zonas, todavía siguen negando nuestro rol en la conformación de esas sociedades, diciendo que esas tierras se poblaron con colonos europeos, ovejeros y terratenientes. Otra falsedad de la historia. Allá quedaron los hermanos de mis abuelas y abuelos, y de todos los que leen estas palabras, todos de quienes descendimos, nos perdimos en la historia.
No solo por desinterés, sino también por desconocimiento o porque nuestra historiografía aún no debate estos temas, y nuestras autoridades siempre han estado cojas para abordar el tema de la “cultura” despojándola del poder y de la política. No hay debate historiográfico en torno a nuestra historia como pueblo, no solo de este hecho sino de miles de episodios más de todo este basto territorio, porque cabe recordar que antes de la existencia de Chile, Chiloé seguía limitando al norte con lo que hoy es Osorno y al sur con el Cabo de Hornos, por tanto, en estricto rigor, la Goleta Ancud zarpó de Chiloé para llegar a Chiloé, pero más al sur. De hecho la primera provincia de Chiloé que formó parte de Chile, luego de los episodios de 1826 y 1843, tenía esos mismos limites. Ya no queda nada de eso y el Estado en su vocación centralista y en su rol de conservar los privilegios de la clase acomodada, ha dejado a Chiloé al alero del olvido, y no estoy pidiendo que Chile nos ponga en el pedestal de su historia o nos mencionen en los libros añosos que guardan en sus bibliotecas.
Creo que es importante, hoy por hoy, que las y los propios chilotes y mapuche-williche sepamos reconocer quiénes somos, qué queremos y para dónde vamos. Chiloé hoy ganó un feriado, y puede que la propuesta progresista sea mantenerlo, pero sin quitarle toda esa preciada sabiduría y coraje que tuvieron los chilotes de la Goleta, creo que estas fechas tienen que simbolizar lo más profundo, pues Chiloé necesita reconstruir su relato histórico, su organización histórica y proteger lo que nos queda de territorio. Ya le hemos entregado tanto al Estado chileno y a la industria que será difícil pensar la vida en este lugar en las próximas décadas.
Yo creo, humildemente, que Chiloé por si sola es una patria, y tiene un territorio que debemos recuperar, pues debemos volver a encontrarnos con nuestros pueblos alejado de Aysén y Magallanes para reconstruir un solo pueblo, diverso, hoy lleno de nacionalidades, inmigrantes y avecindados, porque la historia afortunadamente nos encuentra con otras y otros, como nosotros. Hay que volver a elevar nuestro espíritu colectivo, de reconocernos en el otro, de luchar juntos, de proteger lo nuestro. Eso me enseñaron mis mayores y estoy seguro que a los que están leyendo estas palabras también. Ojalá las próximas conmemoraciones de esta y otras fechas, sean para reconstruirnos como pueblos de Chiloé, recuperar nuestra historia de fiestas, pasacalles y encuentros, y así poner en valor la sangre y el sudor de aquellos que se perdieron en la historia de esta pequeña Goleta, al sur del mundo.
Victor Hugo Bahamonde Brintrup
Profesor de Historia y Ciencias Sociales.